La sabiduría de este mundo aborrece la verdad
Hoy, en la Sagrada Liturgia, celebramos a San Gregorio Magno, romano, prefecto de su ciudad, monje y después papa desde el año 590. Doctor de la Iglesia (540-604).
Vale la pena leer con detención un texto suyo, como el presente, de una profundidad nacida de la Lectio divina y fruto de los altísimos dones del Espírtiu Santo que le habían sido dados.
El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará. Muchas veces nuestra débil alma, cuando recibe por sus buenas acciones el halago de los aplausos humanos, se desvía hacia los goces exteriores, posponiendo las apetencias espirituales, y se complace, con un abandono total, en las alabanzas que le llegan de fuera, encontrando así mayor placer en ser llamada dichosa que en serlo realmente. Y así, embelesada por las alabanzas que escucha, abandona lo que había comenzado.